Se abre la pantalla en scope, aparece el logo de Universal, todo se funde en negro. Esos acordes tan característicos empiezan a sonar. Tan, tan, tan, tan… algunos títulos de crédito empiezan a aparecer hasta que, en unas letras grandes JAWS sale escrito. Sigue la música. Ahora estamos en el mar, sumergidos. Más créditos: John Williams, Verna Fields, Lorraine Gary. Entramos en una atmósfera que nos obliga a estar alerta, sin saber el porqué. En la playa, en torno a una hoguera, conocemos a una panda de hippies y a Chrissie, una chica esbelta que mira a otro chaval del grupo. Estos se separan del resto, ella jugando y él detrás de ella un poco borracho. Chrissie se va quitando la ropa mientras corre y no se da cuenta de
que el otro la ha dejado atrás. Invadida por la adrenalina, se mete en el agua, pero ya no espera a su compañero.
Ella misma entra en sus propios pensamientos mientras se relaja, sin ver nada, sin escuchar nada. Sigue nadando y nosotros, que la seguimos, sentimos su calma. El sonido del mar tan tranquilizante. En el fondo, el amanecer. Planos de la costa a oscuras. De pronto, algo va mal. Nosotros lo sabemos, pero ella no. La música del principio se vuelve a escuchar. Un plano submarino nos indica que algo viene a por ella. No sabes el qué ni por qué y no puedes hacer nada. Esa cosa se va acercando. La música cada vez es más fuerte y los acordes se repiten hasta el punto de producirte miedo. Tan, tan, tan, tan. Volvemos a la superficie. Algo tira de Chrissie y la arrastra por las aguas. La angustia empieza a recorrerte el cuerpo, al igual que a ella. Tan, tan, tan, tan. Los planos ya no son tan apacibles.
Chrissie grita con todas sus fuerzas mientras pelea contra aquello que la agarra. Tan, tan, tan, tan. La cosa se pone violentísima y cada vez tienes menos esperanzas por la chica. Tan, tan, tan, tan. Sigue intentando huir pero no puede, la tiene atrapada. Lucha, grita, llora. TAN, TAN, TAN, TAN. Vuelve a luchar, a llorar a gritar. TAN, TAN, TAN, TAN… silencio. Aquello tira de ella tan fuerte que la sumerge dentro del agua. En ese momento sabes que se ha terminado todo. Que Chrissie no va a volver, y que hay que descubrir qué es esa cosa.
Esta maravillosa secuencia, que es el inicio de la película, hará que te metas por completo en la historia y no la dejes hasta el final. Pero, un gran comienzo como este, ha de verse en condiciones. Y eso es algo que, desgraciadamente, mucha gente desconoce. Para que sientas la música y te sumerjas en ella, en una sala de cine habitual, hay instalados por lo menos seis canales de sonido envolvente: 3 en la pantalla (central, derecho e izquierdo), el subwoofer (debajo de la pantalla), 4/5 altavoces en cada uno de los laterales de la sala, y los de sonido atmos, que es tán en el techo. Sin esto, esos acordes que tanta inquietud nos producen, no podríamos apreciarlos al máximo. Y eso es solo para el sonido. Para lo visual, el director y su equipo pasan meses y meses tocando y volviendo a retocar muchísimas cosas que, muchas veces, ni se notan a simple vista pero que son necesarias para que el espectador pueda entender la atmósfera, para que cuando vemos la película, nos adaptemos al contexto que busca el creador y podamos vivir la historia tal y como pretende. Ver JAWS, o cualquier otra película en un cine, es cien veces mejor que verla en tu televisor de casa. Más que nada, porque se ha hecho para que la veas en una sala.
Hoy en día, la gente ya no aprecia esto, y es una pena. La industria del cine, en el cine, se está yendo a pique. Muchísimos realizadores y especialistas en el gremio se quedan sin trabajo, sin motivación, sin público. Pero esto está a tiempo de pararse. Si todos ponemos de nuestra parte y volvemos a las salas a disfrutar, tal y como se hacía antes, de todas las maravillosas sensaciones que nos pueden aportar las películas, la industria continuará y nos podrá traer aun más historias en las que sumergirse y más tiburones de los que huir.
Sofia Monzón Pastor